¿Cómo no sentir congoja al contemplar las frescas presencias de Ada y Manuela, y de muchos otros -aunque Ada y Manuela son las especiales: por tantas razones que el corazón entiende-, cuando veo las miradas aviesas, las sonrisas de “espera y verás” de quienes, en sus bancadas, maquinan zancadillas, ataques y conspiraciones? Pero así son la belleza y la fragilidad del bien y de la verdad cuando aparecen, cuando se sitúan en el lugar que les corresponde. Rostros huidizos de los malevos de la política, os sin escrúpulos. Habrá que seguir luchando por los que son nuestros. Ya nunca más podemos ser espectadores. Habrá que defenderlos.
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